Tras su instalación corporal “Mares”
del teatro Centro Cultural Chacao, abre Magdalena Fernández su
exposición “Estructuras Elásticas”, Galería Carmen Araujo, Hacienda
La Trinidad, Parque Cultural.
“Mares nace con la idea de producir un
vídeo en el cual dibujar en el espacio y hablar del mar como superficie y
sonido, pero a través del cuerpo como recurso mínimo.” (Magdalena Fernández).
Una noche dejé la
computadora descargando las instalaciones de Magdalena, y tardó tanto
que, olvidando el proceso debido a lo lento de nuestro
internet, me dormí. De repente desperté por el fuerte trinar de
los pájaros del amanecer, acompañados de un coro de grillos y al abrir la
cortina vi que todavía era de noche; no comprendía lo que estaba
pasando, y por segundos sentí que ocurría un acontecimiento telúrico
paradójico. Al volver a la computadora y prenderla vi pulsares rítmicos de
puntos y luego el fluir de hojas en la pantalla del monitor que
armonizaban con esa sinfonía de naturaleza que rodeaba mi espacio-tiempo.
Este es uno de los acontecimientos estéticos, que más me han
impactado. Comprendí lo poderoso del uso poético de la era
digital. Es gratificante que en una Venezuela como la actual,
asediada por la intolerancia, el fanatismo, y el uso del poder como
herramienta para castrar la libertad interior, se continúe creando
como lo hace Magdalena Fernández con altos niveles de excelencia y compromiso
con la vida como síntesis holística, que nos llevan a creaciones de
instalaciones corporales como Mares, presentada recientemente en el teatro del
Centro Cultural Chacao y la propuesta expositiva “Espacios
Elásticos” donde las leyes de la física parecerían ser
contravenidas, y las manzanas de Newton en lugar de caer de un
árbol, parecieran volar al espacio sideral. Estos son signos y evidencia
de que en Venezuela se sigue creando con vigor vitalista propio de la
visión femenina. Lo cual da esperanza de que todavía haya un camino
de liberación que está germinando en esta pequeña Venecia.
La
integración de las artes como una realidad poética, que trascienda las barreras
que imponía el modernismo se materializan en la instalación corporal
“Mares” de Magdalena Fernández, trasladando al espectador a una
dimensión donde el lenguaje corporal de la danza contemporánea se hace eco
de una geometría oceánica que se transforma en cuerpo, palpitación, sangre,
movimiento, y música coral.
La mar
se materializa frente al otro, con metáforas que lo sumergen a sus
océanos interiores. Lo transportan a los orígenes de la vida,
a los océanos primigenios donde de la oscuridad surgió. De igual forma,
como el negro de la indumentaria de los bailarines y del
espacio en que se integraban la multiplicidad, para transformarse
en unidad que mutaba en símbolos corporales de reflejos de
la luz sobre el agua, transparencia, destellos, tramas
geométricas como las que se muestran en los fondos marinos al ser
traspasada el agua salobre por la luz solar y dejar como testigo de esta fusión
las fugaces tramas de luz sobre la arena, que
asumen formas insólitas: rombos, círculos, mándalas creados por el
azar del cosmos, y la energía de una estrella incandescente como es el sol en
torno a la cual gira nuestro planeta aproximadamente a 149 millones de
kilómetros. La concentricidad circular de las ondas que dejan los objetos
al caer sobre el agua, se materializan en los 45 cuerpos,
acompañados de coros oceánicos de la Fundación vocal Aequalis, metáforas
sonoras de la respiración; entrelazados al dinamismo de
lo curvo que se sentía como éter dinámico en las corporeidades
de cada uno de los integrantes de la instalación corporal.
En
Mares, se podía llegar a sentir el chispeante movimiento de la
superficie marina al ser acaricida por fuertes brisas, de la cuales se
hacían eco los hombros de cada uno de los cuerpos que se mostraban frente al
público. Los brazos se desmaterializaban para convertirse en salinidad, en
mar rugiente, pero a su vez símbolos de los cambios drásticos como son el paso
de la desbocada brisa marina y el dar paso a la calma por cortos
intervalos, tal como sucede en la mar por los cambios de
temperatura, la gravedad y los ciclos lunares, evidenciando que en el cosmos
todo esta entrelazado, como en la instalación lo estaban íntimamente los
movimientos corporales con la oceánica musicalidad coral.
Asumir
el reto de materializar estas dimensiones que son vitales y,
urgente a ser recuperadas por la contemporaneidad, requerían de una
sensibilidad como la de Magdalena Fernández, que ha vivenciado en sí el
furor y la calma de lo oceánico y de esos espacios y tiempos que
rodean nuestra cotidianidad como es el viento, el caer de las
hojas y su danzar al ser atraídas por la gravedad, instantes que son
acompañados de una sinfonía de vida como es el trinar de aves, y
grillos que parecieran regidos por una partitura cósmica, que la
artista ha sabido reflejar en el desarrollo de su lenguaje plástico; donde la
revolución tecnología digital y sus medios se despojan de su
frialdad para convertirse en dimensión estética que transforma al hacer
humano, en una realidad trascendente y de comunión con el universo.
En cada una de estas instalaciones, la artista ha utilizado la percepción
de espacio- tiempo donde el ser se integra a su entorno, tal como las
civilizaciones y sociedades tradicionales que existen y existieron acobijadas
por él. Provocando en el otro, cambios en su percepción y vivencia de la
realidad.
Eduardo Planchart Lice
Foto: Raquel Cartaya