2iPM009, video instalación exhibida en la exposición “Contingent Beauty: Contemporary Art from Latin America” en el Museo de Bellas Artes de Houston.
Desde 1998, Magdalena Fernández comienza a
incorporar a su trabajo la imagen en movimiento a través de medios digitales
propios del arte contemporáneo. En un principio realiza diversos ejercicios de
animación que capturan la deflagración de figuras geométricas a los que
denomina Dibujos móviles. Más tarde, hacia 2003, da inicio a un conjunto
de video instalaciones de mayor efecto que titula Pinturas móviles. En
éstas, se apropia de componentes de obras de maestros de la abstracción
geométrica, ya sea europea (Piet Mondrian), latinoamericana (Torres García,
Hélio Oiticica, Lygia Clark) o del movimiento óptico-cinético venezolano (Jesús
Soto, Alejandro Otero), para entablar un intercambio de referencias e
interpretaciones a la vez pertinentes, porque en ocasiones contribuye con la
intervención del movimiento a enfatizar los conceptos que en ellas se esbozan,
y antagónicas porque las sustrae radicalmente del canon de la abstracción.
En el caso de 2iPM009, exhibida en
Contingent Beauty, perteneciente a la serie Pinturas móviles, la artista toma
un elemento esencial similar a los que aparecen matricialmente en la obra de
Piet Mondrian, Composition in Line,
1917, de la serie Pier and Ocean,
para transfigurarla en una ambientación virtual donde se recrea por medio de
luz, imagen, sonido y movimiento, una noche de lluvia a cielo abierto. No sin
ironía, con la elección de este fragmento, Fernández recupera el propósito del
artista holandés de representar la naturaleza, específicamente el elemento
agua. El título, un código de dígitos y letras que en general utiliza para
registrar toda su obra, erradica cualquier tipo de anécdota que prive sobre la
apreciación de la obra; más bien se restringe a dar cuenta de una nomenclatura
técnica que informa sobre la estrategia de producción, el número y la fecha.
Por ejemplo, en 2iPM009, 2i se refiere a la instalación número dos, PM son las
siglas para identificar al artista en cuestión, Piet Mondrian, y 009 el año en
que fue realizada.
En la serie Pinturas móviles,
Magdalena Fernández ostenta la particular capacidad de vislumbrar la esencia
constitutiva de las formas orgánicas de la naturaleza a partir de episodios
cotidianos de la realidad, a lo cual se suma una cualidad lúdica para
deconstruir la retórica monumental del abstraccionismo geométrico. Por medio de
un procedimiento sutil, la artista descompone críticamente la valoración y
supremacía de la historia allanando los posibles lugares del arte
contemporáneo, operación que lleva a cabo reconfigurando las prácticas de la
abstracción como un continuum
dialectal. El punto de partida en 2iPM009 es una figura geométrica
extraída de la obra de Mondrian que se multiplica, no ya sobre un plano
pictórico, sino proyectada exponencialmente sobre las paredes del recinto de
exhibición; pero ésta se extiende a partir de un punto sobre el plano, de
manera que se metamorfosea y se mueve en el espacio con una plasticidad y una
ductilidad quizás nunca vislumbradas por el principal exponente del
neoplasticismo.
Dueña de una poética evocativa y producto
de la observación sensible de la realidad como un todo universal, Fernández
yuxtapone iconos del arte abstracto a su propio vocabulario visual, al que
incorpora temas del paisaje circundante, ya se trate de los sonidos de un
amanecer, el canto de una guacamaya o una tormenta tropical como en la video
instalación sonora 2iPM009. Si bien compleja técnicamente, la pieza
despliega una expresión formal de una sencillez inquietante: la imagen repetida
de puntos blancos sobre el fondo negro va creciendo en forma y tamaño,
acompasada con el incremento del sonido de una lluvia con estrepitosos truenos.
El desarrollo de los puntos asciende hasta convertirse en cruces de movimientos
oscilantes, similares al de las estrellas. La abigarrada presencia de estas
formas que irradian luz y su apariencia avasallante torna la ambientación
difícil de abarcar conscientemente. El sonido que marca el ritmo de la intensidad
y suavidad de la lluvia no proviene del natural, es una selección sincronizada
meticulosamente por Fernández. Se trata de un montaje acústico del coro de
origen esloveno Perpetuum Jazzile, en el cual los ruidos son emitidos por
chasquidos de los dedos, las palmas de las manos contra las piernas y saltos
sobre superficies de madera a modo de taconeo.
2iPM009 está prevista
para ocupar un espacio envolvente en el que se pierden las referencias
arquitectónicas, vale decir que se induce al espectador a un espacio
suspendido, carente de dimensiones precisas, que por su ambigüedad recrea la
infinitud de la bóveda celeste. Esta percepción de escala está vinculada
inexorablemente a la relación del hombre con el territorio, con la belleza y la
ferocidad del paisaje, y con la búsqueda de un lugar en el mundo, lo que remite
a visiones cosmogónicas. En suma, la instalación se nos presenta como un punto
de cruce entre los imaginarios colectivos, la naturaleza y el legado
constructivista.
En 2iPM009,
Magdalena Fernández nos plantea una geometría híbrida, lúdica, una herramienta
que se acerca más a un proceso que a un postulado, que si bien se fundamenta y
se nutre de las nociones de ese campo de estudio, también es cierto que va
develando vías para transformar críticamente su ostentación unívoca. Es en los
márgenes de las obras históricas que toma como referencia donde se inserta la
propuesta de Fernández. Una obra no es sino un planteamiento, una pista para
seguir investigando, para abrir otras puertas. Con ingenio y humor, la artista
propone un lenguaje que no obstante concreto y de notable arraigo geométrico,
se decanta hacia lo dubitativo y por tanto traspasa el umbral de lo
establecido. Su investigación visual y conceptual, así como sus cuerpos de
trabajo, apuntan sólidamente hacia la maleabilidad de la materia, hacia la
inmaterialidad, como una red en la que cualquier pequeño movimiento repercute
en alguna de sus partes.
Tahía Rivero
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